La fotografía de arquitectura no se refiere de modo concreto al espacio, sino a lo que hay en él.
Germán Téllez
La obra de los hermanos Gasparini, Graziano (Gorizia, Italia, 1924) y Paolo (Gorizia, 1934) constituye una labor historiográfica de los últimos 50 años del país. Es una fuente fundamental para comprender no solamente la tradición constructiva del territorio, en los registros de Graziano, sino también, en las fotos de Paolo, es una referencia esencial para analizar los sucesos políticos de la Venezuela contemporánea.
Aunque sus universos visuales son diferentes —el de Graziano, enfocado en la arquitectura popular y colonial, mientras que Paolo ha dirigido su atención a la arquitectura urbana—, ambos coinciden en elaborar un discurso analítico, el segundo con intención más crítica, sobre el contexto socioeconómico donde han habitado o habitan los venezolanos desde el inicio de la quinta década del siglo pasado.
Para entender el trabajo de los hermanos Gasparini es absolutamente pertinente acotar que en el momento en que llegan a Venezuela (Graziano, en 1948, y Paolo, en 1954), el país vive de la renta petrolera. Hacía ya casi dos décadas que los campesinos habían abandonado las áreas rurales en búsqueda de mejoras salariales y se habían trasladado a los campos petroleros. El país se encontraba gobernado por el dictador Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), quien con fe desmedida en el progreso y bajo el lema de “Nuevo Ideal Nacional”, promovía la recepción de inmigrantes europeos de la post-guerra, profesionales y mano de obra calificada para declarar la “política de concreto”. A través de esta misión se ejecutan construcciones de servicios sanitarios y carreteras a nivel nacional. Particularmente, Pérez Jiménez utiliza el cuantioso ingreso petrolero en construir la capital. En pocos años Caracas deja de ser la Caracas la ciudad de los “techos rojos” y se transforma en una urbe articulada por grandes avenidas, autopistas y edificaciones; al mismo tiempo, comenzó a incrementarse el flujo migratorio del campo a la gran urbe en busca de fuentes de empleo, ofreciendo servicios, originando miseria y en consecuencia la proliferación de ranchos ubicados en la periferia de la recién construida metrópoli1.
Justamente, en la muestra 2 x Gasparini, dos miradas a la arquitectura venezolana se exponen esas dos fases de la construcción física de un país: por un lado, la arquitectura popular tradicional, con características españolas, desarrollada en el período pre-petrolero —en el estado Falcón, en la región de los Andes, en Anzoátegui y en Sucre—, abandonada por el éxodo campesino, y por el otro, el desarrollo “moderno” de Caracas, edificada gracias a la explotación de los recursos petrolíferos y la presencia del campesino en la ciudad. Dos momentos y dos espacios contrastados, enlazados por una misma transformación socioeconómica que, por lo general, son conceptualizados como el periodo del mito de la “modernidad en Venezuela”, cuyos efectos han sido teorizados a través de la división de un país en dos: el moderno y el tradicional.
De Graziano se muestran treinta y cuatro imágenes de la serie Arquitectura popular (1949-1959) y de Paolo, treinta y seis fotos —17 dípticos y dos imágenes sueltas— de la serie Caracas, 50 años (1954-2004).
Lo importante es el valor, la proporción del volumen, de los espacios, y aquí yo encontré una arquitectura que sobresale por su volumetría, por su sencillez, por su falta de decoración, que se distingue exactamente por los elementos más sensibles: por los muros blancos, por las ventanas, porque la puerta es puerta, el techo es techo, el alero es alero y no hay eufemismos o historia…
Graziano Gasparini2
Desde su llegada al país, Graziano3 asume el oficio de investigador de arquitectura eclesiástica, de edificaciones civiles y militares construidas en la época colonial y centra su atención en el tipo de materiales —especialmente en el barro—, en los métodos, técnicas de construcción y distribución del espacio en viviendas populares o colectivas —de las comunidades indígenas— presentes en todo el territorio nacional.
Para Graziano, quien es fundamentalmente investigador, restaurador de monumentos y académico, la cámara es una herramienta que le ha servido para ilustrar la historia de la arquitectura4. Con ella ha tomado apuntes que acompañan sus reflexiones teóricas, levantamientos gráficos o planos. Ha realizado un variado inventario sobre los métodos de construcción en el largo periodo pre-petrolero en el campo venezolano, antes de la estandarización de modelos de vivienda rural, edificadas con bloques de cemento y techadas con zinc.
Graziano capta fachadas, detalles, patios interiores, fragmentos de materiales de construcción y simples ornamentos en lugares inhabitados. Organiza un repertorio visual apegado al patrón clásico de representación pictórica renacentista, al distribuir el espacio fotográfico utilizando la perspectiva: en el centro la casa, alrededor el paisaje, el cielo y la tierra. El paisaje domesticado por los habitantes, el sembradío, en el caso de las casas de los Andes y en las viviendas de Paraguaná, el hábitat indomable-desértico. Al mismo tiempo, las composiciones geométricas de Graziano poseen rasgos estilísticos que coinciden con el vocabulario visual utilizado por los formalistas norteamericanos —Edward Weston y Ansel Adams— entre 1930 y 1950 y en Venezuela —por Alfredo Boulton— en la década de 1940; en ellas prevalece la simetría, el orden, el formato cuadrado, el blanco y negro y, especialmente en sus fotografías, la forma-estructura arquitectónica es enaltecida.
Vale la pena observar que estas fotografías, que originalmente tuvieron como finalidad el apunte o registro factual5, al ser descontextualizadas —valga decir, despojadas de las leyendas que las acompañaban— y reinsertadas en un contexto expositivo como éste de la sala Trasnocho Cultural —por lo tanto, liberadas de su función ilustrativa o indicial—, automáticamente adoptan otra función: la de remitir a un pasado arquitectónico relativamente reciente (más o menos medio siglo) y a un fenómeno que aún sigue reverberando en la sociedad venezolana (el abandono de formas de vida popular-rurales). Haciendo lo cual adquieren cualidades de longevidad y connotaciones casi elegíacas (el “esto ha sido-esto fue” de la doxa común fotográfica), para instalarse en el terreno de la contemplación.
Las primeras imágenes fotográficas (de Paolo Gasparini), realizadas en la Europa de la post-guerra, se sitúan dentro de una estética neorrealista y evidencian, desde ese momento, su interés por la fotografías social, de compromiso con la realidad.
Mariana Figarella6
Al llegar a Venezuela, Paolo se une a la euforia del “movimiento de la modernidad” y la “integración de las artes”; entusiasmo que comparte con Carlos Raúl Villanueva, Alfredo Boulton, Graziano Gasparini, Miguel Arroyo, Ramón Losada, Juan Pedro Posani y Alejandro Otero, entre otros7. Al mismo tiempo, se dedica a documentar dónde y cómo viven los campesinos en un medio rural determinado —en Bobare, por ejemplo8— y en la ciudad de Caracas.
Paolo ha utilizado el medio fotográfico con el propósito de evidenciar las condiciones de vida de determinados grupos sociales en la metrópolis, no solamente en Venezuela, también en México, Brasil o en Los Ángeles. Fundamentalmente ha empleado el lenguaje fotográfico para cuestionar las contradicciones sociales y los conflictos culturales y económicos que padecían y todavía padecen la mayoría de los habitantes en América Latina.
En Caracas 50 años, Paolo se detiene en las grandes vías de comunicación que ramifican la ciudad, en los improvisados estacionamientos, en vistas panorámicas de la urbe, en escenas de economía informal donde el vendedor se encuentra minimizado por la gran escala de las edificaciones, en los “recién llegados” a la estación de autobuses del Nuevo Circo, en la desolación o esperanza cifrada en su cambio de vida, en la acumulación de ranchos, en las vallas publicitarias o en la propaganda electoral.
En cada imagen se registran diferentes situaciones contradictorias: el techo de un puente, recién construido, alberga una reunión entre desplazados; los techos de zinc de los ranchos se encuentran coronados por uno de los iconos de la ciudad moderna, las Torres del Silencio, o la ventana de una casa en ruinas aparece enmarcada por un cartel de propaganda. Así, Paolo construye un discurso visual a través de situaciones opuestas en un mismo espacio de representación, que posteriormente edita en formato de dípticos9. Este formato obliga al observador a realizar una lectura activa a través de la asociación de ambos fragmentos significantes o signos. El resultado de esta operación es que el sentido de las imágenes se encuentra fuera de lo que ellas reproducen, más allá del marco: representan valores culturales y el contexto histórico e ideológico donde fueron producidas y observadas.
Aunque estas imágenes están claramente asignadas a un momento histórico preciso, al mismo tiempo documentan la Imagen de Caracas del último medio siglo. Sin embargo, paradójicamente, no son nostálgicas, no pertenecen o remiten a un archivo de sucesos pasados, y son, en cambio, un testimonio de sucesos recientes de la Venezuela contemporánea. Los actuales conflictos políticos y económicos son los mismos, cuando no aquéllos son el germen de los presentes. En las fotos de Paolo, el espacio o el paso del tiempo que lo vuelve más o menos cercano, no es el protagonista. El único protagonista es quien lo habita.
Tanto Graziano como Paolo interrogan el espacio arquitectónico para demostrar las condiciones de vida y las circunstancias físicas de sus habitantes. Los dos representan en sus fotografías espacios significantes en precisos contextos históricos, determinados por la economía venezolana. Y si, por la naturaleza misma de su concepción y práctica de la fotografía, la obra del uno pone el acento en el registro de una realidad que hoy nos llega investida de recuerdo o nostalgia, y la del otro insiste en conjugarse en presente para decirnos que el pasado sigue siendo vigente, las dos obras fotográficas son un testimonio irrepetible de la compleja, difícil y muchas veces contradictoria realidad que ha dominado y moldeado la idiosincrasia de los venezolanos y sus espacios sociales desde la tercera década del siglo XX hasta la actualidad.
“Introducción”, en 2 x Gasparini: dos miradas a la arquitectura venezolana (catálogo). Sala Trasnocho Cultural. Caracas, 2010