Un fotolibro no es un conjunto de hojas con fotografías. Un fotolibro es un libro con razón. Es una obra que con imágenes, es decir, con fotografías, texto y diseño elabora y da forma sustancial a un discurso.
Paolo Gasparini
Karakarakas es una narración visual razonada en tanto que hilvana pedazos –fotos, frases, textos anudados para expresar una idea autoral. Karakarakas está hecho de imágenes en conjunto, no de imágenes individuales. Está cruzado por un grupo de fotos que representan la cotidianidad –en el espacio público–, de los habitantes de Caracas, desde varios puntos de vista, en diferentes lugares y años (1954-2014). Está atravesado por epígrafes de las ordenanzas de la constitución nacional (1999); es vertebrado con fotos en blanco y negro, antes, mucho antes de Hugo Chávez, y a color de la vida caraqueña actual, en el llamado «socialismo del siglo XXI». Las fotos están ubicadas en dobles páginas o dispuestas en el papel alternando las cualidades tonales, el pasado y el presente, para aludir finalmente a momentos consonantes que no han transmutado en sesenta años.
Para Paolo Gasparini hacer fotolibros es un «recurso conceptualista», parafraseando a Luis Camnitzer; en ese sentido, emplea temas de contenido político: la política se infiltra en sus propuestas para ser arte. Utiliza el medio impreso para construir metáforas y representar contradicciones sociales y culturales de Latinoamérica, del Primer mundo y del Tercero o de México como lo ha hecho en Para verte mejor América Latina (1973), Retromundo (1986) o El Suplicante (2011), y en Karakarakas construye un discurso apegado a la corriente fotográfica documental, también conceptual. Desarrolla una propuesta con fotos de su propio archivo, compila registros anónimos encontrados en la calle y expone la realidad siguiendo una estética analítica. Rastrea en sus negativos, contactos, fotos y encuentra la iconografía que le permite editar un pensamiento pre-escrito. Para formular Karakarakas, Gasparini, en un proceso creativo, ha seguido las pautas de una idea concebida con anterioridad, siguiendo un guión propone un discurso autobiográfico de recorridos por avenidas, estacionamientos, veredas, plazas, centros comerciales de la ciudad. Así logra recontextualizar su historia y restaurar no solo una particular memoria de Caracas, también la del ciudadano de a pie que esperando, anhela, añora en constate incertidumbre, como vemos en las fotos. Además, en Karakarakas, el artista teje una trama cuyo hilo conductor es la memoria cultural, social y política de una ciudad signada por la violencia, en estado de urgencia permanente, constantemente sitiada, cercada, vigilada y militarizada; malograda, sucia y empobrecida cuyo destino, a decir de Guillermo Meneses, en el Libro de Caracas: «El destino [de Caracas] se ha ido formando desde el primer momento, desde el primer encuentro de odio y amor, desde la primera mano tendida a la amistad o apretada en torno al arma o hecha piño de rencor y venganza». Destino trágico ya atávico que Gasparini traduce al dedillo en este libro.
Karakarakas representa un discurso autoral; se aleja de la pasión por la arquitectura moderna –emblema de la ciudad–, en donde edificaciones y obras de arte cinético en espacios públicos escamotean las precariedades del ciudadano común; carece, además, de las acaloradas discusiones sobre «cultura urbana». Uno de sus sentidos apunta a reflexionar sobre los procesos electorales. Plantea una interpretación acerca de la violación de los derechos civiles, transgredidos constantemente; vulnerarlos ya es política del Estado venezolano, pareciera que es una estrategia que en sesenta largos años no ha variado y en los últimos tres quinquenios, la Constitución de 1999, ideada por Chávez, continúa siendo profanada, esta vez bajo una ideología de izquierda. Por otra parte, el libro es acompañado por un inteligente y cálido texto de la escritora Victoria de Stefano sobre la ciudad que contrasta con las duras, secas y lapidarias transcripciones de los artículos de la Constitución, incluidos en el fotolibro. Mediante la concepción gráfica e iconográfica del fotógrafo Paolo Gasparini, la acertada selección de tintas y papeles del maestro impresor Javier Aizpurúa y el diseño de Ricardo Báez, Karakarakas es también un libro co-autoral y de acuerdo con Gasparini: «es una simbiosis de signos que con uso de razón y sentido estético enriquecen mutuamente el relato y su comprensión».